La discriminación de la mujer en la historia de la filosofía es un tema recurrente que refleja la realidad social y cultural en la que surgieron y se desarrollaron las diferentes corrientes filosóficas.
Durante gran parte de la historia, se consideraba que las mujeres eran intelectualmente inferiores a los hombres y, por lo tanto, no eran capaces de participar plenamente en la vida pública, incluyendo la filosofía. Esto llevó a una exclusión sistemática de las mujeres de la educación y de los espacios de discusión filosófica.
En la filosofía griega, por ejemplo, las mujeres estaban excluidas de la educación y se consideraba que su papel en la sociedad era el de esposa y madre. Sin embargo, Platón sostuvo que «la naturaleza de la mujer es, pues, tan propia para la guarda de un Estado como la del hombre, y no hay más diferencia, sino que aquella es más débil y este, más fuerte». (República V 456a)
En la Edad Media, las mujeres tenían un acceso muy limitado a la educación y a la vida intelectual. En la filosofía medieval, algunas mujeres destacaron por su trabajo, como Hildegarda de Bingen o Teresa de Ávila, pero sus logros fueron minimizados y sus contribuciones a menudo fueron ignoradas.
En la Ilustración, la filosofía comenzó a desafiar las desigualdades de género, pero aún así, muchas mujeres filósofas fueron ignoradas o marginadas. Mary Wollstonecraft, una de las primeras filósofas feministas, argumentó en su obra Vindicación de los derechos de la mujer que las mujeres debían tener acceso a la educación y a la vida pública para poder ejercer su plena humanidad.
En la actualidad, la filosofía feminista ha emergido como una corriente que cuestiona la discriminación de género en la historia de la filosofía y en la sociedad en general, y busca analizar y desafiar las desigualdades y estereotipos de género en la filosofía, y promover una inclusión plena y equitativa de las mujeres en la vida intelectual y pública.